Imposición en el DF, el método Calderón

por Manuel Espino

Antes que nada, es necesario dejar en claro que considero a Isabel Miranda de Wallace una ciudadana respetable y valiente. Sin embargo, y desgraciadamente para su causa y para la de Acción Nacional, ha sido atrapada en un proceso antidemocrático que a nadie habrá de beneficiar en el mediano plazo.

Su para algunos sorpresiva designación como candidata a la jefatura de gobierno del Distrito Federal ha seguido el mismo guion de procesos fracasados en diversos estados. Se trata de un libreto en el que cambian los actores, cambian los escenarios, pero no cambia el director, quien siempre se oculta tras bambalinas.

El PAN y su (anti)democracia interna

La democracia interna era más importante en el PAN que en cualquier otro partido mexicano, pues durante décadas se convirtió en la esencia de la identidad panista, de las relaciones igualitarias entre los militantes y de su oferta a la ciudadanía.

Se veía como un valor ofrecer candidaturas a ciudadanos externos al partido, pero siempre bajo procesos democráticos. Cuando había designación era en casos especiales debidamente justificados, no por capricho ni por negociación, menos por imposición. No se consultaba a un mandamás en un edificio gubernamental, se consultaba a la militancia y sobre todo a la sociedad, lo que llenaba de legitimidad democrática a los candidatos. Aun así, designar era la excepción, jamás la regla.

Quizá respondiendo a esas tradiciones, a principios de este mes, y cito a un diario nacional, “el CEN del PAN sostuvo una reunión en la que… se anunció que había ratificado la solicitud del Comité Directivo del DF de convocar a un proceso abierto para elegir a su candidato al gobierno capitalino, en el que participarían miembros activos, adherentes y simpatizantes en general”. En idéntico tenor, recientemente Gustavo Madero declaró que el candidato o candidata panista a la presidencia será electo democráticamente, pues no “sustituiremos el proceso en el que se basa nuestra fortaleza”.

Pese a ello, hubo que contradecirse en público, obedecer órdenes y desobedecer la conciencia. Todo en concordancia con el método de abolir los procesos democráticos internos que se ha establecido durante el calderonato.

No solo es dañino que se impongan (aunque se use el eufemismo de “designar”) candidatos, sino que se echan por la borda proyectos construidos a lo largo de años y se dejan caudas de heridos que ninguna “operación cicatriz” es capaz de aliviar.

Desechar a los Cuevas, Gómez del Campo, Luege, Orvañanos, Sodi, envía un pernicioso mensaje al militante: no importa qué tanto trabajes por la sociedad y por el partido, pues un “dedazo” puede borrar tu trayectoria y el esfuerzo de tus seguidores. Lo mismo sucedió en diversos estados del país y los resultados a la vista están: Acción Nacional ha vivido la peor racha de derrotas electorales y culturales de su historia.

Aun cuando sea Gustavo Madero quien salga a hacer los anuncios de las designaciones, la verdad es que este método ya se había establecido desde antes de que él llegara a ocupar —que no a ejercer— la presidencia del PAN. Hoy Madero, ayer Nava, antier Martínez, sin que alguien defienda a Acción Nacional ante los embates del poder.

Seguramente se difundirá el gastado argumento de que es necesario sacrificar al partido para ganar votos en un esfuerzo nacional, aunque en lo local se salga perdiendo. No obstante, cuando vemos los ejemplos de la aplicación de este procedimiento —y el más claro es Guerrero, donde el PAN perdió el registro— comprobamos de inmediato que solo se consigue cosechar derrotas en ambos frentes.

Visto está que estos duros golpes para los militantes provocan una división en el partido y desincentivan la participación en las campañas, además de que hacen perder credibilidad democrática ante los votantes. No obstante, el proyecto calderonista ha tropezado, cientos de veces, con la piedra de su propio autoritarismo.

Desdibujando el rostro del PAN

Porque en mi pecho late un corazón panista, aun cuando en mi cartera no haya una credencial azul, mi primer sentimiento ante esta situación es de tristeza.

El PAN es mucho más que un instrumento electoral. Se trata de una de las más insignes instituciones creadas por el pueblo de México. Acción Nacional fue construido por generaciones de patriotas, libertarios y humanistas, que elevaron con su entrega un hermoso edificio, el aula magna de la democracia, en la que se enseñaba no solo a ganar elecciones, sino sobre todo a ser hombre de bien y a ser ciudadano.

Pues bien, los muros de mármol de esa aula han sido manchados por innumerables atropellos similares a las que hoy padecen los panistas de la Ciudad de México. Ello no solo llenará para siempre de vergüenza de quienes han callado ante la imposición, también será reclamado por la historia de la democracia mexicana que —precisamente por su silencio cómplice— no los absolverá.

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