El PAN, a reconstruir la unidad

por Manuel Espino

El resultado de la elección de candidato a la Presidencia de la República dentro de Acción Nacional generó una oportunidad, largamente esperada, de cambiar en el rumbo de este partido y regresarlo a la senda de la unidad, no con pantomimas para los medios, sino con hechos de impacto político y humano.

No basta con ver a Ernesto Cordero y Santiago Creel levantar la mano de Josefina Vázquez Mota. Suponer que tan solo con esos gestos teatrales se saneará la dinámica interna sería un grave error de cálculo, pues en los equipos de los tres contendientes hay heridas abiertas y enconos al rojo vivo. La lucha entre precandidatos fue tan ríspida, y por momentos tan sucia, que se generaron enfrentamientos soterrados que reclaman mucho más que una fotografía de sonrisas tensas para ser dejados atrás.

La unidad de antaño

En las elecciones internas del PAN genuino era sencillo superar las naturales diferencias generadas por una competencia fraterna, sí, pero también comprometida y apasionada. Esta concordia postelectoral se basaba sobre la justicia, la transparencia y la legalidad. Al respetar las reglas del juego democrático, los panistas aseguraban también que no hubiera resquebrajamientos internos en el espíritu de cuerpo del partido. Sencillamente: no se necesitaba operación cicatriz porque no había heridas. Es fácil abrazar como hermano a aquel en quien uno reconoce que “ganó a la buena”.

En cambio ahora, cuando existen denuncias y procesos jurídicos por apoyos ilegales desde el poder público a las campañas internas, cuando en la búsqueda de votos se amenaza el empleo y por ende el modo de subsistencia de una familia, cuando francamente se extorsiona a los compañeros de partido, se siembran rencores nada fáciles de superar.

Para el reencuentro entre los diversos grupos de panistas puede ayudar la gira propuesta por la candidata ganadora, en la que ella junto con Creel y Cordero visiten diversos puntos del país. Quizás así se pueda unir aquello que durante la mayor parte de este sexenio ha desmembrado el modus operandi del calderonismo.

Por un partido ordenado y generoso

La unidad solo podrá lograrse si el orden y la generosidad que siempre pregonó AN como propósito en su lema primero se restablecen en la vida interna. Ese orden implica que la dirigencia recupere su autonomía respecto del gobierno y que éste deje de ser actor, con su aparato, dentro de la esfera institucional del partido.

Las intromisiones como la que se maquinó para apuntalar a Cordero no solo han estado a punto de romper al partido, sino que también implican desviación de recursos públicos a una campaña partidista y descuido en la tarea primordial de gobierno.

Lograr la unidad supone también que en la definición de candidaturas a los demás cargos de elección sea el partido, en una sana relación entre dirigentes y militantes, el que los elija sin presiones de Los Pinos, de los gobernadores o de grupos enquistados en el PAN.

La terna presidencial

Por otro lado, la jornada de anteayer dictaminó que ahora los electores tienen ante sí la tercia de candidatos entre los que habrán de seleccionar a la persona que dirigirá los destinos del país durante los próximos seis años.

Sigue ahora el complejo proceso cívico de decidir con responsabilidad; ello supone analizar propuestas, valorar talentos y contrastar aptitudes, para ir mucho más allá de lo que la propaganda y las imágenes nos muestran.

Solo así cumpliremos nuestro deber como ciudadanos y elegiremos en la convicción de lo que sea mejor para México.

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