AMLO convirtió en delegada de Iztapalapa a Clara Brugada en 2009 sin que participara en la elección local: pidió al jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, hiciera la propuesta a la Asamblea Legislativa del DF y ¡zaz! Brugada fue autorizada a gobernar.
Ahora Brugada es pieza del montaje de AMLO sobre la “compra” de cinco millones de votos por parte del PRI con tarjetas de descuento Soriana: para llamar la atención sobre el tinglado de AMLO, Brugada clausuró en Iztapalapa dos tiendas de esa cadena.
¿Argumentos? Ninguno, sólo por una “denuncia anónima” sobre irregularidades que “ponían en riesgo la vida de usuarios y empleados”. Pero las “irregularidades” no pueden ser consultadas porque Brugada las tiene “bajo reserva”.
El daño va mucho más allá de haber dejado sin trabajo a los empleados de las dos sucursales cerradas, ya que sólo por los dichos de AMLO, sin una sola prueba, la empresa ya cayó cuatro puntos en la Bolsa Mexicana de Valores.
En una semana perdió 414 millones de dólares, además de los daños de imagen causados por las acusaciones infundadas que recibe desde el 3 de julio.
Soriana emprenderá “acciones legales”, pero el daño está hecho: bien le irá si logra salvarse de la quiebra a la que la condenó el candidato presidencial que apenas en mayo planteó “una alianza definitiva con los empresarios para sacar adelante al país”.
Sin embargo, menos de tres meses después AMLO ha colocado en riesgo de perder el empleo a 150 mil empleados de las 600 tiendas Soriana que funcionan en el país al lanzar en su contra a, por lo menos, las más de 15 millones de personas que lo votaron el 1 de julio.
Se trata no sólo de un desprecio condenable hacia la empresa privada, sino de una característica del comportamiento autoritario de AMLO hacia cualquier tipo de propiedad, incluida la pública, de lo cual dio muestras mientras fue Jefe de Gobierno del DF (2000-05).
Por ejemplo, en abril de 2003 le regaló a la Iglesia católica tres hectáreas frente a la Basílica de Guadalupe, incluido el pago de las escrituras en el Registro Público de la Propiedad y el Comercio, con cargo al erario: siete millones 131 mil 558 pesos.
En esas tres hectáreas la curia construyó la Plaza Mariana, un negociazo inaugurado en 2011 por el cardenal Norberto Rivera, el presidente Felipe Calderón y Ebrard: cada uno de los 120 mil nichos cuesta 25 mil pesos, que aportan a la Iglesia tres mil 36 millones de pesos.
Así es como AMLO quiere gobernar el país: por su libre inspiración, igual pone en el cargo a una jefa delegacional, hunde una empresa o regala propiedades públicas.
Cuestión de corazonadas. Un déspota, pues.
Por: Rubén Cortés
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