Colima, México.- ESTÁ claro que Mario Anguiano, en los días finales de su gobierno, implementó (implícita o explícitamente) la traición abierta al candidato de su partido a sucederlo, José Ignacio Peralta, para que se anulara la elección que el priista había ganado en las urnas.
Temeroso de que Peralta Sánchez llegara a la gubernatura porque podría emprender acciones legales en su contra, Anguiano Moreno se opuso, como todos en Colima lo saben, a la postulación, primero, y lo boicoteó cuanto pudo, después.
Eran fundados los miedos del hoy ex mandatario. Cuando lo relevó en la Alcaldía de Colima, siendo Anguiano a su vez Gobernador, Peralta encontró irregularidades en la administración municipal e intentó aplicar una auditoría. Desde el poder mayor, el de la gubernatura, Mario detuvo la acción y a partir de ahí se cuidó de Nacho. Lo señaló para, 3 años después, bajarlo de la candidatura a Senador con el pretexto legal de la paridad de género. Luego vinieron las acciones, infructuosas, para detenerlo en la postulación a Gobernador y después montó una “prueba” de su intervención en el proceso (que nunca se llevó a cabo), por medio de Rigoberto Salazar, su secretario de Desarrollo Social, para propiciar la anulación.
Nacho Peralta resistió, una tras otra, las embestidas del entonces Ejecutivo estatal, que además controlaba políticamente al PRI y lo paralizó para obstruir la campaña, por medio de sus personeros: Francisco Ánzar (sobre todo) y Martín Flores. Menudearon las traiciones, las “desapariciones” de documentos, como fue el caso de Hugo Vergara, otro desleal que hoy es funcionario panista del Congreso del Estado, y antes fue gente de todas las confianzas de Flores Castañeda.
Contra ese boicot generalizado, Nacho ganó los comicios. Difícilmente otro candidato habría superado tantos obstáculos. Al final, la maniobra turbia llevó a la anulación. Desde marzo, cuando se fraguó la “prueba” con artificios y actuaciones, los asesores de Ignacio Peralta debieron exigir a Mario Anguiano el cese de Rigoberto Salazar y el deslinde del Gobernador. No lo hubo, porque precisamente de eso se trataba, de fabricar una “prueba”. De que son perversos, lo son.
En campaña, Peralta no podía criticar abiertamente a Anguiano, por dos razones: una, es regla aplicada en todos los partidos que el candidato de un instituto político en el poder no señala a quien lo detenta; dos, que Nacho debía contenerse para no darle pretextos a Mario para operar más abiertamente en contra suya. Si aun así el ex mandatario trabajó en contra,
¿qué no habría hecho si Peralta lo critica claramente en campaña?
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación anuló los comicios, argumentando la intervención del Gobernador. Sin embargo, dio vistas a la Fepade sólo de los hechos de Salazar Velasco y del entonces procurador Marcos Santana. ¿Por qué la incongruencia? El principal responsable es el hoy ex gobernador, pues si no lo fuera, no habría razón jurídica para declarar la nulidad.
A Mario Anguiano también debe juzgársele y el PRI nacional ha de exigirlo a dicha Fiscalía. El juicio político contra Anguiano Moreno anunciado por la coordinadora de la fracción panista en el Congreso, Martha Sosa, es bueno, pero insuficiente.
Justo es que ahora, el otra vez aspirante a la candidatura, Nacho Peralta, se deslinde de Mario Anguiano, revele de su propia voz la traición que lo dañó y denuncie con todas sus letras el cochinero político, financiero y social que dejó Anguiano Moreno en Colima y en el PRI mismo, partido que ahora empieza a recomponerse con los nuevos dirigentes.
La presencia en la entidad del líder nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, el domingo pasado, revela la disposición del CEN de apoyar la campaña de Nacho Peralta, respaldo que nunca tuvo de parte del anterior dirigente, César Camacho. Lo mismo sucedía con la pasada dirigencia estatal, que ahora está en mejores manos con Rogelio Rueda.
Peralta debe deslindarse de Anguiano lo más radicalmente posible. Tiene la autoridad moral para hacerlo. Así como Colima es víctima de la depredación sexenal del anguianismo, Nacho también lo es políticamente de un gobierno ineficiente y rapaz. Además, la probada y reconocida honestidad personal de Peralta Sánchez lo coloca en el otro extremo, en el polo opuesto a Anguiano Moreno.
Hoy, el escenario para Nacho Peralta es positivamente distinto: cuenta con el apoyo del CEN del PRI; en el estado, su partido tiene nuevos dirigentes dispuestos a respaldarlo; Mario Anguiano ya no está en el poder; el nuevo delegado del CEN, Manuel Andrade, a diferencia de sus predecesores, tiene bien puesta la camiseta de su abanderamiento y de su próximo postulante; con su actuación y sus declaraciones, ha revitalizado el trabajo político tricolor. Y una nueva coalición electoral, más amplia, está formándose.
Beltrones Rivera tendrá en 2016 la disputa de 13 gubernaturas, y la primera será la de Colima, de modo que con esa estrenará la dirigencia nacional y, en consecuencia, le interesa ganarla. Será una campaña distinta, correspondiente a unos comicios diferentes.
Nacho Peralta podría triunfar con un margen mucho más holgado que en junio, a condición de que se organice mejor, sea más claro en su propuesta, más abierta su campaña y recomponga en su totalidad a su equipo más cercano. Y que, con toda transparencia, se deslinde de la depredación de Mario Anguiano, porque él también fue su víctima y tiene razones de sobra para proceder así.